Autor: Mariana Iturbe
En estos momentos de crisis estamos atravesando por distintas pérdidas. Hemos perdido a nuestros familiares, nuestra rutina, nuestra seguridad económica, nuestras amistades, nuestra tranquilidad. Reconectarnos con la vida después de un proceso de pérdidas es una de las tareas más complejas que el ser humano tiene que enfrentar en su vida.
La experiencia de la pérdida
Cuando perdemos a alguien podemos ser testigos fieles de dos de las emociones más complejas que puede sentir el ser humano, el dolor de la ausencia y la confirmación del amor y el vínculo que compartían.
Igual que el amor y el dolor se relacionan de forma dinámica, la muerte nos muestra los misterios de la vida y nos lleva a iniciar una experiencia de transformación.
El duelo es LA experiencia del dolor, es un proceso personal que nos permitirá atravesar el sufrimiento, reconectar, crecer y reinventarnos. Es el momento donde podremos comprender la vida con sus luces y sus sombras, ser valientes, agradecidos, y aprender a vivirla.
El dolor que experimentamos cuando vivimos una pérdida tiene un poder destructor, si no transitamos adecuadamente por la experiencia podemos quedarnos atascados en el sufrimientos y vivir muertos.
Esta experiencia conocida como el duelo, es un proceso de adaptación que tiene como objetivo recolocar la conexión que tienes con la persona que se fue, y para esto pasas por distintas fases o dimensiones que te llevarán a lograrlo.
Lo primero es el aturdimiento, en este momento hay una oscilación entre la expresión de emociones como confusión, culpabilidad, ansiedad, angustia y la incapacidad de sentir.
Cuando podemos empezar a sentir la pérdida, generamos respuestas de evitación con la finalidad de protegernos del dolor.
Posteriormente existe una resistencia a la realidad, a vivir de en esta nueva vida debido a eso experimentamos emociones de enojo, irritabilidad e impotencia. Cuando logramos ceder y aceptamos e integramos el vacío, sentimos la necesidad de conectar con lo perdido y empezamos a configurar nuestro vínculo en esta nueva realidad.
Lo siguiente es reorganizar nuestro mundo interior haciendo un espacio en nuestros recuerdos y por último entramos en la dimensión de crecimiento y transformación donde reconfiguramos nuestros valores, nos apropiamos de las habilidades de resiliencia adquiridas y nos conectamos de nuevo con la vida.
Duelo sin anestesia
Dentro de esta experiencia en los primeros momentos, existían una serie de rituales o tradiciones que ayudaban a la persona a transitar por la fase de aturdimiento y evitación realizando un proceso de contención. En medio de la pandemia eso se perdió y con eso la oxitocina que el contacto físico nos brindaba y que facilitaba la entrada a la experiencia de duelo.
El día de hoy, sin posibilidad de ver el cuerpo, las velaciones, las misas o tradiciones para despedirnos de nuestro ser querido, nos enfrenta a un dolor crudo sin anestesia y a un proceso más complejo en cuanto a aceptar la pérdida. Un duelo Ambiguo
En el que prevalecen las emociones de impotencia, culpa, indefensión, desesperanza y vulnerabilidad por el riesgo de contagio propio o de otros familiares.
La realidad es que todos estamos experimentado pérdidas y algo que consuela, es ser acompañado por otra personas que pasó por lo mismo, si podemos unirnos esto abrirá un espacio de oportunidad para transitar por estos procesos y encontrar nuevos recursos frente a lo que estamos viviendo.
Estamos atravesando por un duelo comunitario donde puede nacer de nuevo la empatía y romper esas barreras de individualismo que vivían entre nosotros.
Acompañar en el Duelo
Acompañar no es presionar ni animar, acompañar es permanecer y respetar el ritmo que la otra persona tiene de transitar por la experiencia.
¿Recuerdas cómo te enseñaron a acompañar en el dolor?
Como te acompañaron cuando terminaste el colegio, te cambiaste de casa, se murió tu mascota, todos esos aprendizajes son los que se ven reflejados a la hora que queremos acompañar.
En muchas ocasiones buscamos argumentos o frases para poder consolar y la propuesta que hoy quiero compartirte es tomar conciencia y elegir una forma de acompañar basada en el afecto.
Una de los aspectos más significativos para el acompañamiento de un ser querido en un momento de duelo es brindar un espacio de confianza y contención donde la persona pueda llorar y desahogarse.
El cuerpo está diseñado de manera tan perfecta que cuando lloramos generamos sustancias que nos hacen sentir alivio.
En muchas ocasiones las personas intentan ser fuertes, pero todos necesitamos poder expresar nuestras emociones para liberarlas y continuar transitando por las distintas dimensiones del duelo.
Otro de los actos de mayor importancia en el acompañar desde el afecto es el contacto físico y los abrazos. El abrazo sostiene , recoge la fragilidad, acorta la distancia, es el acto de contención que el ser humano requiere para poder permitirse la vulnerabilidad.
En estos momentos de pandemia hemos perdido el contacto físico, pero tenemos que aprender a desarrollar otro recurso que puede consolar como es la escucha que sana.
La persona necesita narrar el sufrimiento irle poniendo sentido, y el acto más amoroso que hay es la presencia, la mirada y un corazón abierto y compasivo listo para escuchar y reconocer las necesidades que puedan ser expresadas.
Si consolamos desde el afecto nos convertiremos en un soporte que permite la vulnerabilidad, conectar con el otro para poder reconectar con la vida.
Una oportunidad para volver a conectarnos
El proceso de duelo implica un procesos de conexión y desconexión, Sientes un vacío, parte de un sentimiento de desconexión con tu ser querido y eso te lleva a una conexión con la vulnerabilidad y la muerte.
Cuando vamos avanzando en ese proceso entendemos que no podemos morirnos con todas las personas que queremos y nos confrontamos con nuestro sentido de vida.
Esto cimbra nuestros valores y en muchas ocasiones cambia nuestra manera de ver la vida.
Cuando podemos dejar de ver el cielo nublado y vemos la maravilla en cada gota que las nubes traen, podemos conectarnos con el agradecimiento, por las experiencias que hemos podido experimentar y asi podemos afrontar la vida con sus dualidades.
Tenemos que reconectar con la vida y para lograrlo puedo identificar dos pilares fundamentales, el agradecimiento y la esperanza.
Agradecimiento para poder aceptar, soltar y estar en paz, y la esperanza para tener la seguridad que pronto podrás volver a sonreír.